El cielo que se apaga en ocres grises cuando llega el otoño cada tarde. La vida es un susurro de murmullos antiguos, la brisa juega con las hojas caídas, espejos en la tierra.

El día revive en este espacio de luz, luz que se desliza sin sombra ni dolor. Por eso, mis penas se deshacen con el desvanecerse de lo eterno.

Es un canto a la paz celestial: las nubes juegan mientras voy soñando, y mi corazón es un río. Así como el viento invita a serpenteadas, el amor se acerca con susurros. El cielo se sumerge en el viento, y nuestros recuerdos son estrellas perdidas

  • Tomás de Iriarte